viernes, 17 de febrero de 2017

Garrett Augustus Morgan: el inventor que ha salvado miles de vidas

Con motivo de la celebración del Black History Month aprovecho para presentaros la historia de un hombre que, quizá, no es de los primeros que se nos viene a la mente cuando pensamos en personajes afroamericanos destacados, pero por cuyo legado, muy presente en nuestra vida cotidiana, sí que debería serlo. Y esto es debido, principalmente,  por ser inventor de nuestros actuales semáforos y máscaras de gas.


Nacido en 1877 en Claysville, Kentucky, era el  séptimo de once hermanos, en el seno de una familia humilde, fruto de la unión de dos esclavos libertos. Además de su ascendencia afroamericana, también tenía antepasados nativo-americanos por parte de madre, y descendía del general confederado John H. Morgan por línea paterna.

Los escasos recursos de la familia hicieron que Garrett  A. Morgan tuviera que dejar pronto los estudios (sexto grado) para dedicarse a trabajar. Después de un tiempo empleado en el rancho de sus padres, se mudó siendo un adolescente a Cincinnati, trabajando como encargado de mantenimiento para un terrateniente. Este empleo le dio la holgura económica suficiente como para pagar un tutor y continuar sus estudios.

En 1895 se mudó a Cleveland, donde trabajó reparando máquinas de coser para una empresa textil. Esta experiencia fue el acicate para que el joven Garrett se decidiera a dedicarse a conocer cómo funcionaba la maquinaria,  y sus aplicaciones en la vida cotidiana. De esta época datan sus primeras creaciones, que consistían en revisiones y mejoras de la máquina de coser. En estos días, además, se fue haciendo de una cierta reputación gracias a su habilidad con las máquinas.

En 1907, Morgan, quien ya tenía casi una década de experiencia con las máquinas de coser, se decidió a abrir su propia tienda de reparaciones de máquinas de coser y zapatos, siendo este el primero de varios negocios que emprendió.

Hacia 1910, su interés en reparar las invenciones de otros decayó, y empezó a interesarse en desarrollar sus propios inventos. Pensando en evitar el riesgo de inhalaciones mortales ideó una primera versión de la máscara de gas o capucha de seguridad, que se patentó en 1912.  Más tarde sería comprada por el ejército norteamericano, cuyas tropas la usarían en la I Guerra Mundial. Además de en el ámbito militar, su prototipo es ampliamente usado por equipos de rescate y trabajadores del sector químico. Una nueva versión de esta máscara de gas se hace muy popular en los Estados Unidos cuando, en 1916, Garrett A. Morgan, junto a su hermano y varios hombres más, la utilizan para rescatar a unos trabajadores atrapados en la explosión de un túnel bajo el lago Erie, en Cleveland.

En 1913, Morgan había incorporado los productos para el cabello en su lista de invenciones cuando, sin esperarlo, encontró un compuesto químico capaz de alisar el pelo. Acabó creando la G. A. Morgan Hair Refining Company, una empresa dedicada a la venta de productos de cuidado capilar, tintes, y un peine alisador que el propio Morgan diseñó.

Bocetos de la patente de Morgan
Pero el legado de G. A. Morgan no acaba aquí. Viandantes, carros de animales, ciclistas y los primeros automóviles en circulación compartían la calzada de las ciudades estadounidenses de principios del s. XX, sin apenas regulación. Los accidentes eran frecuentes y en número creciente. Así pues, no era extraño que se lanzaran diversas iniciativas viales dispuestas a evitar este caos, como la inclusión de policías dirigiendo el tráfico o rudimentarias señalizaciones de acción manual, con dos órdenes: "cruzar" y "parar". Tras ser testigo de un grave accidente, Morgan decidió trabajar en el otro de sus dos inventos más célebres: el semáforo mecanizado de tres señales, patentado en 1922, y del que descienden nuestros semáforos actuales. El invento fue todo un éxito, y acabó vendiendo los derechos de la patente a  General Electric por 40.000 dólares.

Con el tiempo, sufrió de glaucoma, y hacia 1943 estaba prácticamente ciego. Aún así, no dejó de idear inventos: uno de sus últimos fue el cigarrillo que se apagaba solo, debido a que contenía un pequeño plástico lleno de agua justo encima del filtro.

Finalmente, A. G. Morgan muere en 1963, poco después de recibir una condecoración del gobierno norteamericano por su contribución a la seguridad del tráfico. Además, por su otro célebre invento, la máscara de gas, le fue concedida la medalla de oro por la International Association of Fire Chiefs ("Asociación Internacional de Jefes de Bomberos").

Tras leer su biografía, podemos concluir que Garrett Augustus Morgan fue un ejemplo de la ética capitalista, del famoso "hombre hecho a sí mismo", que parte de una situación muy humilde, sin recursos, y en una situación de desventaja debido a los prejuicios raciales del tiempo que le tocó vivir, pero que, a pesar de todos estos obstáculos, consigue prosperar por su propio trabajo. Un trabajo gracias al cual se han salvado muchas vidas, y ha contribuido a mejorar otras tantas, ya que también colaboró a mejorar la economía y los derechos de la comunidad afroamericana con la fundación en 1908 de la Cleveland Association of Coloured Men.


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