lunes, 10 de abril de 2017

La historia de los pasos de Semana Santa


El origen de las procesiones podemos verlo en la Biblia. En el libro de Josué (6:3) se relata cómo Dios le ordena que le dé vueltas a la ciudad de Jericó durante 7 días, paseando el Arca mientras los sacerdotes hacen sonar trompetas. En el Evangelio según San Marcos (11:1) viene cómo Jesús entra de forma casi procesional en Jerusalén. Es decir, las procesiones en el cristianismo vienen desde antiguo. 


Sin embargo, la prohibición del cristianismo las dejó en “pausa” puesto que los cristianos eran perseguidos durante las mismas. Primero surgieron como formas de rendir culto a los mártires cristianos y se hacían traslados de sus restos y reliquias de un lado a otro. Se hacían a escondidas y en cualquier época del año.

Las procesiones no sólo las hay en el cristianismo. Tenemos un ejemplo de procesiones en las pompas griegas, en las que se honraba a los dioses paganos. La Iglesia se encargó de asimilar estas costumbres y eliminar su carácter profano. En un principio, las procesiones consistían en pasear una cruz o elementos de carácter religioso, no llegaron a las calles hasta los siglos X y XI y tenían muchas similitudes con los desfiles militares romanos. De hecho, la cruz, símbolo de Cristo y de su victoria sobre la muerte, iba a la cabeza, sustituyendo el estandarte romano.

En el siglo XIII llegaron dominicos y franciscanos a la Península y con ellos las cofradías de penitencia, las que le dan origen a la Semana Santa, que consistían en procesiones de flagelantes, no eran demasiado bien vistas por ser muy sangrientas y morbosas. La gente, además, presumía de salir o pertenecer a alguna, por lo que el  Concilio de Letrán de 1215 establecía que la penitencia, si era pública, debían ser anónimas, por lo que se impone el uso de antifaces. Las procesiones que conocemos ahora, con sus imágenes,  no surgen hasta el XVI, cuando el Concilio de Trento fija la tipología de las imágenes. 

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