El Premio Nobel de la Paz del año
2017 ha sido concedido a la Campaña Internacional para la Abolición de las
Armas Nucleares (puedes leer un poco sobre ellos aquí).
Hoy en día, el peligro que conllevan este tipo de armas es bien conocido,
debido en no pequeña parte a los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en 1945,
que dejaron aproximadamente 210.000 muertos de forma directa y un número
desconocido de personas fuertemente afectadas por secuelas derivadas de la
radiación de fondo. El gran poder destructivo de estas dos bombas hizo que,
hasta la fecha, Hiroshima y Nagasaki hayan pasado a la historia como el único
caso en que las armas nucleares han sido empleadas directamente en un conflicto
armado. Sin embargo, la “amenaza nuclear” colorearía gran parte de los años
posteriores durante la Guerra Fría, y aún en la actualidad sigue influyendo
fuertemente en la política internacional, de ahí la gran importancia de la
iniciativa que ha recibido el Nobel.
¿Cómo empezó todo?
En diciembre de 1938, dos
científicos alemanes, Otto Hahn y Fritz Strassmann, descubren y publican la
fisión nuclear del uranio; esto es, la posibilidad de fragmentar el núcleo de
este metal pesado, dando lugar a elementos más ligeros y liberando una gran
cantidad de energía en el proceso. Sólo un mes más tarde, los ya prestigiosos
físicos Niels Bohr y Enrico Fermi llevarán esta información a la Quinta
Conferencia de Físicos Teóricos celebrada en Washington, y en meses sucesivos,
el propio Fermi y otros investigadores corroborarán que los experimentos
alemanes están en lo cierto. Fermi trabajará en la Universidad de Columbia
junto con el científico húngaro Leo Szilàrd, concluyendo que bajo ciertas
condiciones sería posible llevar a cabo la reacción de fisión del uranio en
cadena; esto es, conseguir que cada núcleo de uranio fragmentado, a su vez,
emitiese partículas que fragmentasen otros núcleos. De esta forma, teorizaban,
sería posible generar una gran cantidad de energía y calor de forma rápida, que
podrían ser empleados tanto para abastecimiento eléctrico como para uso militar.
El reactor de Stagg-Field en Columbia, el primer reactor nuclear de la
historia capaz de llevar a cabo una reacción en cadena (1942). Imagen obtenida
de Wikimedia Commons,
bajo licencia de Dominio Público.
El 18 de marzo de 1939, Fermi dará
una conferencia ante la Marina americana en la que advertirá de la necesidad de
adelantar a los alemanes en el desarrollo de la nueva energía nuclear, pero
sólo obtendrá como resultado una modesta suma de dinero para su investigación. Szilàrd,
por su parte, expresará su preocupación sobre la posibilidad de que los
alemanes lleven a cabo experimentos similares a los de Columbia. Esta
preocupación le llevará a buscar una vía de comunicación directa con el
presidente Roosevelt, que acabará siendo el economista y banquero judío
Alexander Sachs, con acceso directo al presidente y quien le
sugiere buscar una persona de prestigio internacional que firme una carta en que se expongan los motivos de Szilàrd. Ante esta sugerencia, Szilàrd decide contactar a Einstein, por aquel entonces residente en EEUU, y del
que había sido colaborador durante los años 20. Éste accede a firmar la carta que
Szilàrd le envía, y que será redactada al dictado por una joven colaboradora de
la universidad, Janet Coatesworth; años más tarde, ésta recordará cómo, al escuchar
hablar de “bombas de extrema potencia”
y ordenársele además firmar la carta como “Albert
Einstein”, llegó internamente a la conclusión de que su empleador estaba
mal de la cabeza.
Por aquel entonces, se estimaba
que eran necesarias varias toneladas de material radioactivo para fabricar una
bomba. Por ello, un fragmento de la carta advertía de que “Este nuevo fenómeno llevaría a la construcción de bombas, y es posible –
aunque mucho menos seguro – que permita construir bombas extremadamente
potentes de un tipo aún desconocido. Una única bomba de este tipo, transportada
por barco y hecha detonar en un puerto, podría arrasar el puerto entero y parte
del territorio colindante. Dichas bombas serían, muy posiblemente, demasiado
pesadas para ser enviadas por aire”. Solo siete meses tras la redacción de estas
líneas, investigadores ingleses reducirán la masa crítica teórica necesaria
para la reacción en cadena a solo diez kilos. El germen de la bomba atómica aerotransportada
estaba ya plantado.
La carta Einstein-Szilàrd (imagen obtenida de Wikimedia Commons
bajo licencia de Dominio Público)
El 15 de agosto de 1939, la
carta, ya firmada por Einstein, llega a manos de Sachs. Éste pide una audiencia
con el presidente; sin embargo, el 1 de septiembre, Alemania inicia la invasión
de Polonia, desencadenando la Segunda Guerra Mundial. Ante el panorama político,
Sachs decide retrasar su audiencia con Roosevelt, que finalmente tendrá lugar
el 11 de octubre de 1939.
Durante su encuentro, Sachs lee al presidente la carta de Einstein, junto con una nota del propio Szilàrd y un
documento de elaboración propia. Roosevelt, sin embargo, no muestra ningún
interés, al considerar que la intervención gubernamental es todavía prematura. Sin
embargo, antes de marcharse, el banquero consigue arrancar a regañadientes al
presidente la promesa de un desayuno juntos al día siguiente. Este último
encuentro será narrado, años más tarde, por el escritor austriaco Robert Jungk
en su libro “Más brillante que mil soles”.
Según Jungk, durante el desayuno, el presidente pidió explicaciones a Sachs, quien le respondió:
“Únicamente quiero contarle una historia. Durante las Guerras
Napoleónicas, un joven inventor americano se presentó ante el Emperador de
Francia y le ofreció la posibilidad de construír una flota de barcos de vapor,
con la cual, pese a las inclemencias del tiempo, los franceses podrían atracar
en Inglaterra. ¿Barcos sin velas? Esto le pareció al gran corso [Napoleón
Bonaparte] tan imposible que despidió a
Fulton [Robert Fulton, inventor del barco de vapor] sin más miramientos. En la opinión del historiador inglés Lord Acton,
ésta es la historia de cómo Inglaterra fue salvada por la estrechez de miras de
un adversario. Si Napoleón hubiera mostrado más imaginación y humildad en aquel
momento, la historia del siglo XIX hubiera tomado un curso muy distinto”
La historia de Sachs terminó por
convencer a Roosevelt, quien le respondería con una famosa frase: “Alex, lo que pretendes es que los alemanes no nos hagan volar por los
aires”. El presidente respondió finalmente a Einstein agradeciéndole su carta, y
autorizaría en meses posteriores la creación del “Comité Sobre el Uranio” para la investigación de
la nueva energía, aunque el objetivo de éste no era aún la creación de armas
nucleares. Conforme la guerra fue avanzando, este comité quedó en manos del
Ministerio de Defensa y acabó dando lugar, en 1942, al Proyecto Manhattan. Éste
era un proyecto de investigación ultrasecreto, a escala nacional y en
colaboración con científicos ingleses, cuyo objetivo final era la obtención de la
bomba atómica, que se materializó finalmente en las bombas de Hiroshima y Nagasaki.
Es interesante notar que, pese a
la presencia de gran número de científicos de primera fila entre los reclutados
primero para el Comité y luego para el Proyecto Manhattan, Einstein mismo fue
vetado por el ejército, debido a sus “tendencias pacifistas”; él mismo
consideraba la guerra “una enfermedad,
contra la que él llamaba a la resistencia”. La posición de Szilàrd era muy
similar; aunque él sí trabajó en investigaciones relacionadas con el Proyecto
Manhattan, esperaba que la mera posesión de dichas armas sería disuasión
suficiente para el resto de estados, y se opuso frontalmente a su empleo contra
civiles, prediciendo además que su utilización desencadenaría la carrera
armamentística entre EEUU y la URSS.
Tras los bombardeos, Einstein
lamentaría profundamente haber firmado la carta. Un año antes de morir, en
1965, confesaría a su amigo Linus Pauling, “Cometí
un gran error en mi vida – cuando firmé la carta al presidente Roosevelt
recomendándole construir la bomba atómica; pero había una justificación – el miedo
a que los alemanes pudieran conseguirla… ”
Para seguir leyendo: wikipedia.org (en inglés: Einstein-Szilàrd letter,
Leo Szilàrd
y otros artículos relacionados)
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