Boudica, reina por la muerte de su esposo. Boudica, guerrera por el
arrebato de sus posesiones. Boudica, mártir por su resistencia, por ver que la
muerte era más honrosa que la esclavitud.
Pero, ¿quién fue Boudica? Si bien, como reina, contaba con una posición
privilegiada con respecto al resto de los Icenos, tribu a la que pertenecía,
vivió en un mundo dominado por una potencia según la cual, una mujer jamás
sería capaz de liderar a una comunidad, cuestión que derivó en un verdadero
tormento para muchos.
Para comprender el mundo de Boudica, primero debemos hacer un barrido
sobre la situación política en la que se encontraba la tribu de los Icenos,
situada en lo que actualmente sería East Anglia. Tras la conquista de
Britania en el s. I d.C, los romanos se hicieron con gran parte de la isla, pero en
ocasiones, en lugar de arrebatar el poder e independencia de manera directa a
los pueblos que conquistaba, mantenían una relativa paz con algunos de éstos
mediante pactos, como hicieron con el rey Pasatagus, esposo de Boudica, según los cuales, los romanos dejarían vivir a los Icenos con independencia, a cambio de
pagos regulares, lo que les permitió vivir en una situación de paz hasta la
muerte del rey, entre los años 60-61 d.C.
Antes de morir, Pasatagus había planeado dividir toda su herencia en dos
partes con el objetivo de procurar la paz. Una de las partes de esta división, iría
como tributo a los romanos y así evitar una inminente conquista en caso de
impago; y la otra iría para garantizar el bienestar de sus hijas y su esposa,
Boudica, permanecería como reina de los Icenos.
En este momento se produce un choque cultural que acabaría en una
sangrienta revuelta. Los romanos no entendían
el hecho de que una mujer tomase este tipo de poder político, ni que el
rey pudiera haber dejado algo en herencia debido a que no tenía hijos varones,
puesto que en el mundo romano, la herencia se pasaba por línea paterna. Esto,
añadido a que veían a los britanos como un pueblo inferior, hizo
que no respetasen la voluntad de Pasatagus y tomasen todas las posesiones de
los Icenos en un afán de conquista, lo cual provocó a Boudica, que intentó
salir en defensa de las posesiones y libertades de su pueblo frente a los
romanos. Sin embargo, esta acción fue vista como rebeldía. Como consecuencia, y
para ejemplificar ante el resto de los Icenos, Boudica fue ordenada flagelar
públicamente, y a su humillación se añadió la violación de sus hijas,
pretendiendo con esto controlar a los Icenos ya no mediante relaciones de
amistad, sino mediante el terror.
El pueblo de los Icenos había sido ultrajado por la mayor potencia que
su mundo jamás había conocido. Los romanos les habían demostrado lo que serían
capaces de hacer incluso a su propia reina. Sin embargo, el carácter de Boudica
le impidió acobardarse después de lo sucedido. Se alzó como líder carismática
que unió la voluntad de venganza y liberación. Pasó a ser un símbolo entre los
Icenos, pues aun siendo reina, había sufrido lo mismo que su pueblo; su
privilegio no la había salvado de la humillación; y así, los Icenos pudieron
identificarse con ella, pues sentían su orgullo herido, y sus mismas ansias de
independencia.
Así pues, los Icenos se aliaron con la tribu de los Tirovintios, situados
un poco más al sur, y que habían vivido sometidos a Roma mediante la
construcción de una ciudad puramente romana, la cual era vista como el símbolo
de la invasión de un pueblo extranjero y el culmen de los ideales que habían
traído consigo, siendo ésta Camulodunum, la actual Colchester. Por tanto, ésta
se convirtió en el primer objetivo de la revuelta de miles de britanos,
liderados por Boudica.
No cualquiera hubiera sido capaz de unir a tantos miles de personas por
una causa que parecía perdida antes de empezar. Si bien entre los Icenos no era
raro que una mujer fuese líder, guiar a tantos miles de personas contra la
mayor potencia militar de su tiempo era una auténtica locura.
La violencia de este movimiento tomó la misma forma que la represión
romana, y basaron su destrucción en el terror, consiguiendo un éxito aplastante
sobre la ciudad, que no llegó a recibir los refuerzos que había pedido a las
distintas legiones esparcidas por la isla.
Así, Boudica lideró a su ejército hacia Londinium, saqueando todos los
asentamientos romanos que encontraban a su paso, mientras poco a poco, el
desdén que levantaba la idea de una revuelta dirigida por una mujer, se iba transformando
en absoluto temor al nombre de Boudica.
La ciudad, que había quedado abandonada en gran parte debido a que era
prácticamente indefendible, quedó absolutamente arrasada por el ejército britano.
Así, sucedió lo que los romanos nunca pensaron que pudiera ocurrir. Una mujer
había liderado a una horda de guerreros en una rebelión que amenazaba su
presencia en la isla.
Sin embargo, a pesar de las primeras victorias, que al principio les
hubieran resultado inimaginables, una vez el gobernador Cayo Suetonio Paulino
se hizo a la idea de la magnitud de la rebelión, con la única legión a la que
tenía acceso hizo frente a un ejército muchísimo más numeroso que el suyo, y
ante el cual otras legiones ya habían caído. Sin embargo, en esta ocasión, él
contaba con la ventaja de ya saber a lo que se enfrentaba, y por tanto pudo
sacar provecho de la inmensa disciplina del ejército romano, así como de su
superioridad armamentística, mucho más preparada que aquella de los britanos.
Esto, unido a que el gobernador decidió situarse en un punto estratégico en el
cual no pudieran ser atacados ni por los flancos ni por la retaguardia, Cayo
Suetonio Paulino venció al ejército de Boudica, matando a la gran mayoría de
ellos.
Pocos britanos sobrevivieron a la batalla. No se sabe con total
seguridad qué destino corrió Boudica, pero según las fuentes de Tácito y Dion
Casio, no murió en la batalla, sino que decidió quitarse la vida envenenándose
antes que caer prisionera de los romanos, lo cual, según los pueblos britanos,
era una pérdida del honor.
Aquí
damos fin a la historia de esta reina, en este mes que nos dedicamos a
conmemorar a las grandes mujeres de la historia que nos demuestran que la
magnitud de nuestras hazañas no dependen de nuestro género.
Entrada escrita por Camino Aneira Baines García.
Entrada escrita por Camino Aneira Baines García.
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